Las murallas de Cádiz en un tiempo de cambio (1693-1728)

Resumen

La ciudad de Cádiz era en los años finales del siglo XVII y los iniciales del XVIII un importante puerto comercial y plaza fuerte en la que desde siglos anteriores se había visto la necesidad de reforzar las fortificaciones que la defendieran de los enemigos que ansiaban controlar dicha bahía, lugar estratégico tanto desde el punto de vista militar como comercial. Los requerimientos constantes de la ciudad a la Corona para disponer de unos recursos estables que permitieran construir y mantener dichas fortificaciones encontraron respuesta en el año 1693, cuando Carlos II facultó a la ciudad para el cobro de arbitrios destinados a la construcción y el mantenimiento de sus murallas. Los arbitrios de murallas, gestionados y administrados por el cabildo de la ciudad hasta febrero de 1728 a través de una Diputación y de un Intendente para tal fin nombrado en el año 1700, constituyen uno de los objetivos fundamentales de estudio de esta Tesis, permitiéndonos su análisis investigar cuestiones relacionadas no solo con la construcción, sino también con todo el procedimiento de gestión que se movió alrededor de ellos y el destino que se les dio, a veces ajeno al fin para el que habían sido establecidos. Los trabajos de amurallamiento se centraron en los años objeto de estudio en el Frente del Vendaval gaditano, zona sobre la que se generó un intenso debate entre los técnicos, los ingenieros militares, y los capitulares en torno a la línea de muralla, aunque las fricciones entre los ingenieros y la ciudad no solo se centraron en cuestiones técnicas, sino también financieras, asunto que finalmente llevó a la formación de la Real Junta de Fortificaciones de Cádiz en 1728, en cuyo origen influyó la opinión del Ingeniero General Jorge Próspero de Verboom.