Arquitectura y poder en la Bética Occidental entre los siglos IV y VIII d.C. La cristianización de las ciudades y del territorio

  1. SANCHEZ VELASCO, JERONIMO
Dirigida por:
  1. Enrique García Vargas Director/a
  2. Fernando Amores Carredano Codirector/a

Universidad de defensa: Universidad de Sevilla

Fecha de defensa: 13 de septiembre de 2012

Tribunal:
  1. Rosa María Sanz Serrano Presidente/a
  2. Salvador M. Ordóñez Agulla Secretario/a
  3. Josep Anton Remolà Vallverdú Vocal
  4. José Beltrán Fortes Vocal
  5. Darío Bernal Casasola Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 336136 DIALNET

Resumen

Jerónimo Sánchez Velasco · Arquitectura y poder en la Bética Occidental entre los siglos IV y VIII d· C · 3 Introducción · Planteamientos de Estudio · Agradecimientos · Desde hace ya varios años venimos desarrollando una laboriosa tarea que tiene por objetivo el acercamiento a una de las etapas más desconocidas de la historia de la ciudad de Córdoba. En concreto, nos referimos a ese periodo de tiempo que abarca desde el año 418 al 711 d.C. y que se viene denominando ¿visigodo¿, convencionalismo éste que, si bien respetaremos, no se corresponde ni mucho menos con la rica realidad vigente en la Hispania de la época. De hecho, denominar ¿visigodo¿ ese periodo de casi trescientos años es (al menos hasta bien entrado el siglo VI) radicalmente metonímico, pues ello significaría definir una etapa extraordinariamente llena de contrastes de todo tipo a través de un término que deja demasiados aspectos fuera del objeto de la definición. Por este motivo, al enfrentarnos hace tiempo (Sánchez Velasco 2006) al estudio de la ciudad de Córdoba y su hinterland en este arco temporal marcado de forma tan arbitraria, preferimos usar una fórmula que pensamos más acertada (más bien menos equívoca) como la de ¿época visigoda¿, que englobaba quizá la parte más conocida de ese todo histórico común que fue la Hispania de los últimos albores de la Antigüedad y el inicio de la Edad Media. Los resultados de este trabajo, así como la lógica evolutiva de nuestra línea de investigación, nos llevó a afrontar una tesis doctoral basada en un hilo conductor, el de la Cristianización de la topografía urbana y rural, dentro de la zona de influencia directa de esta ciudad, es decir, la Bética Occidental, con especial atención al Bajo Guadalquivir, zona donde se asentaba la otra gran metrópolis regional, Hispalis, junto con dos de los obispados más importantes de Hispania: Italica e Ilipla. Pensamos completar el estudio con otros dos obispados, el de Egabrum y el de Astigi, sin cuyos espacios geográficos no se puede entender, en absoluto, la realidad de ninguna de las dos grandes metrópolis regionales. Suponemos que la necesidad de realizar una obra como la que aquí se presenta es evidente, pues se trata de cubrir un déficit inexplicable en la comprensión de la evolución histórica de la ciudad en la Bética occidental, una de las provincias más ricas y cultas del Imperio Romano, y que, posteriormente, alcanzó cotas sorprendentes de desarrollo, refinamiento y esplendor bajo la dinastía Omeya. ¿Qué sucedió, pues, entre una etapa y otra? ¿Es la época visigoda una era de destrucción y crisis de la que apenas si sabemos nada porque, simplemente, hay poco o nada que saber? A lo largo de nuestro trabajo vamos a intentar demostrar que, como en tantas otras ocasiones, el desconocimiento es fruto de una ignorancia basada en el desinterés de parte de la comunidad científica, no en la falta de datos. Procuraremos exponer de forma coherente toda la información arqueológica de la que contamos para aproximarnos de una forma científica, y crítica, a la historia de una región que, desgraciadamente, cuenta con escasísimos testimonios literarios de su devenir histórico entre los siglos V y VIII d.C. Será pues, la ciencia arqueológica la que deba sentar las bases del conocimiento de esta etapa. Es por ello que, necesariamente, esta visión global esté condicionada por los materiales existentes y que, por supuesto, se trate de un análisis abierto a futuras revisiones, fruto del lógico proceso de avance en la obtención de nuevos datos arqueológicos en una ciudad donde las intervenciones arqueológicas se aproximan al centenar anual. No se trata de realizar aquí una de esas tesis arqueológicas a las que podamos estar habituados y donde una cuestión se aborda para darla, supuestamente, por zanjada. No es, ni puede serlo, esa nuestra intención. Más Jerónimo Sánchez Velasco · Arquitectura y poder en la Bética Occidental entre los siglos IV y VIII d· C · 4 bien, esta obra trata de dar a conocer un enorme patrimonio arqueológico y artístico, ordenarlo y ofrecer una serie de conclusiones que sirvan, como en cualquier otro proceso científico, de estímulo para el desarrollo de futuros trabajos que vayan completando un horizonte repleto de interesantísimas perspectivas. De hecho, y a lo largo de este trabajo se pondrá de manifiesto, en más de una ocasión, quela naturaleza misma de los datos con los que contamos no permite ir más allá de especulaciones lógicas o plausibles que, en aras de una mayor honestidad científica, deben permanecer en el ámbito de la hipótesis. Al hilo de este trabajo pretendemos llamar la atención sobre la urgente necesidad de documentar, estudiar e interpretar la Arqueología Tardoantigua del sur peninsular, cuya riqueza permanece olvidada en los almacenes de los museos. Además, esta documentación es imprescindible, como conditio sine qua non para afrontar el estudio de los orígenes del arte omeya cordobés, especialmente en sus fases iniciales, las más desconocidas. No quisiéramos concluir sin añadir que, para llevar a cabo tales objetivos, es un requisito insoslayable el estudio a fondo de las impresionantes colecciones depositadas en nuestros museos, auténticos yacimientos olvidados por la ciencia arqueológica y las instituciones, envueltos en gran parte de nuestras ciudades actuales en una vorágine de excavación que termina convirtiendo el método en un fin en sí mismo, que relega sin contemplaciones la investigación y omite, no ya la publicación de resultados científicos, sino su mera obtención. En esta espiral se ven envueltos unos museos sin recursos ni personal cuyo día a día es casi una heroicidad de gestión. Si con este trabajo conseguimos, aunque sólo sea parcialmente, revitalizar el estudio de una parte injustamente olvidada de nuestro patrimonio, dar a conocer la realidad arqueológico-arquitectónica de la región y, de paso, avivar un debate un tanto estancado debido al agotamiento de las vías de interpretación en cuanto a piezas por todos conocidas, habremos logrado sobradamente nuestros propósitos. Así pues, y una vez cumplido el necesario trámite de aclarar la intención de la obra, hemos de señalar que la forma que consideramos más adecuada para dar a conocer la realidad arqueológica y arquitectónicade los inicios del Cristianismo fue centrar nuestro estudio en la gran Arquitectura, entendida ésta no como un simple cuestionario más o menos completo de plantas, sino como la búsqueda de la realidad arquitectónica, en la que planta, alzado, decoración y función deben ir de la mano. De otra forma, la interpretación de las mismas es imposible. Para ello era fundamental, pues, estudiar los fondos de las colecciones museográficas de la zona en cuestión. La razón estribó en la cantidad y la calidad de la información que aportaban dichas piezas, de las que podemos conocer (en la mayoría de los casos) la procedencia exacta, el contexto arqueológico, el tipo de material, la forma completa del soporte, etc. Por ello nos decidimos a estudiar no sólo las arquitecturas, sino también los elementos arquitectónicos, decorativos y litúrgicos que debieron tener, con la clara intención de que sirviera de guía para poder acometer un estudio integral. La Epigrafía ha jugado, como veremos, un papel fundamental en el estudio de las colecciones, la mayoría con unos materiales descontextualizados, cuya datación es, hoy por hoy, la base sobre la que pivotan los dos grandes discursos interpretativos sobre la Arquitectura y el periodo tardoantiguo en general: la tesis que podríamos llamar ¿visigotista¿, abanderada por A. Arbeiter; y la tesis llamada ¿mozarabista¿, defendida por L. Caballero Zoreda. En nuestra intención estuvo, desde un principio, acometer nuestro estudio sin apriorismos, en un proceso de investigación iniciado desde lo particular a lo general, buscando aportar datos seguros y fiables. Por ello, continuamos con la metodología ya ensayada por nosotros para el caso de Córdoba, basada en la búsqueda de referencias externas para la datación de estos spolia, más allá de la lógica interna del método iconográfico. Esto suponía empezar desde cero y acometer el estudio directo de la mayor cantidad de piezas posible, lo que se tradujo rápidamente en un trabajo arduo, agotador, y no exento de sinsabores y, por qué no Jerónimo Sánchez Velasco · Arquitectura y poder en la Bética Occidental entre los siglos IV y VIII d· C · 5 decirlo, no pocas incomprensiones. Sin embargo, siempre pensamos ¿y seguimos haciéndolo- que si métodos de trabajo similares daban como resultado dos visiones tan antagónicas de las mismas piezas y la misma época, era necesario intentar otras vías. Sólo tras el estudio epigráfico y la catalogación pormenorizada de los elementos arquitectónicos, decorativos y litúrgicos se podía afrontar, con garantías, el estudio de esa gran arquitectura, arquitectura de poder, sin duda, que nos indicara cómo las ciudades y los territorios rurales iban transformándose a la vez que lo hacía la sociedad, una sociedad romana, cristianizada y fuertemente jerarquizada como bética. Sólo entiendo cómo eran los edificios, dónde se ubicaban o qué restos quedaban de ellos podíamos hacernos una idea de la implantación del Cristianismo y de las transformaciones que conlleva en la Bética. Creemos haber logrado estos propósitos, tan sencillos y a la vez tan complejos, en un intento por aportar la que tal vez sea primera visión arqueológica de la realidad tardoantigua de la Bética Occidental, entendiéndola de forma interna y contextualizándola en el marco Mediterráneo. La catalogación y el posterior estudio de la colección del MAECO han sido posibles gracias a los pertinentes permisos y a una subvención económica concedida por la Dirección General de Bienes Culturales de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. La finalización de la redacción de la tesis la hemos podido llevar a cabo en el plazo de un año gracias a la concesión, por parte de la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía, de una licencia por estudios totalmente retribuida durante el curso 2010/2011. Desde aquí queremos agradecer públicamente el interés demostrado por algunas instituciones públicas andaluzas y su apoyo a la investigación. Pero la lista de agradecimientos no acaba aquí. Es muy extensa y, seguramente, dejemos en el tintero a muchas personas que nos han ayudado de forma desinteresada. Por ello pedimos disculpas por adelantado. En primer lugar debemos dar las gracias a nuestros directores de tesis, los profesores doctores Enrique García Vargas y Fernando Amores Carredano, cuya bíblica paciencia ha sido, sin duda, la causa desencadenante de que este trabajo haya llegado a buen fin. Junto a ellos, el resto del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Sevilla, donde se me acogió con un afecto y una generosidad que nunca podremos olvidar, aunque guardamos un especial recuerdo para los profesores Eduardo Ferrer y Francisco José García, así como para nuestro compañero de fatigas tardoantiguas Enrique Ruiz. Aunque, y en honor a la verdad, también nos hemos sentido igualmente como en nuestra casa en el Departamento de Historia Antigua de la misma universidad, gracias al profesor Salvador Ordoñez Agulla y a Sergio García-Dils, que además nos abrieron generosamente las puertas a nuestras investigaciones ecijanas. Sin duda, otrasinstituciones que nos acogieron con suma generosidad son el Centro de Estudios sobre la Antigüedad Tardía ¿Teodosio el Grande¿ y el Instituto Arqueológico Alemán, en las personas de Rosa Sanz, Dirce Marzoli, David Álvarez, Saúl Martín, Rosa García, Pedro Barceló, Javier Andreu, Fernando López o David Hernández, de los que tanto hemos aprendido. Si a alguien se debe los primeros momentos en esta labor es a Francisco Godoy Delgado y a Mª Dolores Baena Alcántara, directores del MAECO, cuyos impulsos ha sido fundamental en todos los aspectos, y que nos facilitaron el acceso a gran parte de la colección en momentos, nos consta, muy difíciles para dicho Museo. Este agradecimiento hemos de hacerlo extensivo a otros colaboradores del MAECO, en especial a Guadalupe Gómez (programa de catalogación DOMUS) con quien hemos compartido muchas horas de trabajo, discusiones científicas y no pocas vicisitudes relacionadas con esta publicación. Además, hemos de agradecerle también su buena disposición a la hora de colaborar en la realización de unas ilustraciones que han supuesto en reto intelectual muy importante, del que pensamos haber salidos airosos. Sin su apoyo y sus consejos esta obra habría Jerónimo Sánchez Velasco · Arquitectura y poder en la Bética Occidental entre los siglos IV y VIII d· C · 6 mantenido muchos problemas sin resolver. Tanto en su etapa en el MAECO como, posteriormente, en el Museo PRASA-Torrecampo, la ayuda y la amistad de Juan Bautista Carpio ha sido decisiva en el buen conocimiento de los museos cordobeses y de los yacimientos del norte de la provincia de Córdoba. Silvia Muñoz (departamento de difusión), José Escudero, Juan Antonio Calderón y Natalio Guillén y el resto del personal del museo, cuya animosidad y simpatía nos hicieron mucho más llevadero el laborioso trabajo de mover, documentar y volver a colocar todas y cada una de las piezas visigodas del MAECO. No podemos olvidar tampoco a Rosario Guerrero, que nos ha realizado unos magníficos dibujos técnicos; a Enrique Melchor, por sus consejos, siempre acertados; a Angels Casanovas, Luis Balmaseda y Norbert Jopek, que nos han prestado una ayuda inestimable a la hora de localizar piezas cordobesas en sus respectivos museos (Nacional de Arte de Cataluña y South Kensington, respectivamente). Este trabajo es deudor, también, de la amabilidad desinteresada que nos han prestado personas e instituciones de todo el sur de la provincia de Co¿rdoba, a las que debemos gratitud (por habernos facilitado todo tipo de datos e ima¿genes de determinadas piezas) y reconocimiento pu¿blico, por su incansable ¿y no siempre valorada- labor en recuperar la Historia de esta zona de la provincia. Y aunque la lista sea extensa, es justo que les demos las gracias de forma personal e individualizada, en correspondencia a su amabilidad y a la entrega generosa de su tiempo y esfuerzo para nuestra investigacio¿n: José María Serrano, Antonio Osuna y Antonio Camacho (Ategua); Jose¿ Antonio Santos (Castro del Ri¿o); Jose¿ Antonio Morena (Museo Histo¿rico de Baena); Esteban Luque y Jose¿ Jime¿nez (Asociacio¿n Vesci-El Ladero¿n de Don¿a Menci¿a); Antonio Moreno (Museo Histórico de Cabra); Rafael Carmona (Museo Histo¿rico de Priego de Co¿rdoba); Rafael Osuna (Carcabuey); Ignacio Mun¿iz (Museo de Almedinilla); Elena Bellido (Museo Histo¿rico de Montilla); Francisco Cabezas y Antonio Maestre (Aguilar de la Frontera); y a Mari¿a Jose¿ Mun¿oz (Museo Diocesano de Co¿rdoba). Nuestra gratitud tambie¿n la hacemos extensiva a Rafael Jime¿nez y a Francisco Madrigal (por cedernos sus magni¿ficas fotografi¿as). Y la lista sigue. Asi¿, Enrique Marti¿n y Juana Bedi¿a nos han brindado todo tipo de facilidades para acceder a las piezas del Museo de Huelva y a la informacio¿n sobre sus contextos; Jesu¿s Ferna¿ndez Jurado, haciendo gala de una paciencia casi infinita, nos ha facilitado mucho el conocimiento de los materiales por e¿l depositados en el Museo de Huelva y sus contextos arqueolo¿gicos en relacio¿n con nuestro trabajo, especialmente para piezas y contextos de la zona sureste de Huelva, poniendo a nuestra disposicio¿n todo cuanto ha estado en su mano para llevar a buen te¿rmino nuestro trabajo; Juan Aurelio Pe¿rez Maci¿as nos ha acompan¿ado amablemente a varios yacimientos y nos ha facilitado el acceso a bibliografi¿a muy especi¿fica y difi¿cil de localizar; gracias a Juan Carlos Castilla pudimos visitar Raboconejo y obtener documentacio¿n gra¿fica de las piezas de Valverde del Camino; Gilberto Rodríguez y José María Juárez nos han ayudado enormemente en la comprensión de la Antigüedad Tardía del sur de la provincia de Sevilla; Con un reconocimiento especial, debemos agradecer Achim Arbeiter, Helena Gimeno, Jesús Salas, Luis Caballero, Isaac Sastre de Diego, Jordi López, Albert Ribera, Gemma García, Antonio Moro y Silvia Alcaidetodo lo que nos han enseñado sobre la Antigüedad Tardía hispana, sabiendo que con ellos tenemos una gran deuda de gratitud. Para el final, como suele ser norma en estos casos, la familia, dividida como todas en lejana y en cercana. Nuestra familia lejana es, sin duda, nuestra familia arqueológica, aquella con la que compartimos algo más que amistad. Esa familia, que tanto nos ha aportado en todos los sentidos, con la que hemos iniciado nuestros primeros pasos en esta dura disciplina, está formada por aquellos con los que compartimos ese modo de vida que Jerónimo Sánchez Velasco · Arquitectura y poder en la Bética Occidental entre los siglos IV y VIII d· C · 7 fue Tusculum, algo más que un yacimiento, algo más que una auténtica escuela de arqueólogos. Ellos son Oliva Rodríguez, nuestra amiga desde aquellos lejanos días de carrera en Madrid, Jacinto Sánchez, Josep Antón Remola, José Manuel Valle, Jesús Acero, José Valero, Diana Gorostidi,Irene Mañas o José María Tejado. Todos unidos por nuestro añorado Xavier Dupré, que nos dejó demasiado pronto, demasiado solos. Y mi familia más cercana, más querida, con su infinita paciencia. Son demasiadas las horas invertidas en un proyecto así y siempre hemos contado con su apoyo, de una u otra manera, en toda circunstancia. A su generosidad se debe este trabajo; sin su ánimo ésta hubiera sido una tarea ingrata y estéril. A ellas, a mis hijas, Carmen e Irene, pero sobre todo a mi esposa, Carmen, van dedicadas estas líneas.