Escenografía en la música de Manuel de Falladel amor brujo al retablo de Maese Pedro

  1. Arcas Espejo, Ana
Dirigida por:
  1. María Isabel Osuna Lucena Director/a

Universidad de defensa: Universidad de Sevilla

Fecha de defensa: 11 de junio de 2017

Tribunal:
  1. Fernando Pérez Mulet Presidente
  2. Alberto Fernández González Secretario/a
  3. Florencio Javier García Mogollón Vocal
  4. Fernando Martín Martín Vocal
  5. M. Gloria Camarero Gómez Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 486061 DIALNET lock_openIdus editor

Resumen

Manuel de Falla fue un creador único en su tiempo, innovador, sincero, un artista total. Sus obras musicales, llevadas a la escena, desarrollan en su lenguaje artístico y en la manera de plantearlas una búsqueda incesante en aras de vincular música con escenografía, campo en el que Falla mostró un interés muy particular, junto a ideas muy claras y de gran interés en sus planteamientos. Para trabajar en este ámbito, aprendió y contó con los colaboradores que sintió afines a sus objetivos artísticos. La creación de un ambiente escénico en concordancia con su música era un objetivo prioritario, por lo que no es aventurado decir que, gradualmente, su música adquiere un marcado acento escenográfico. Escenografía, música y Manuel de Falla: en torno a dichos temas se encuadra este análisis, con la intención de conocer las soluciones escenográficas que Falla y sus colaboradores adoptan para lograr el ambicioso objetivo de dar forma a un movimiento operístico nacionalista. Para ello, se ha partido del estudio del contexto musical y escenográfico en el que las principales obras escénicas de Falla vieron la luz. Tras un análisis contextual, la presente investigación aborda la gestación, evolución y recepción de las puestas en escena de El amor brujo y El retablo de maese Pedro de Manuel de Falla, centrándose en dos franjas temporales. La primera oscila en el período comprendido entre 1915 y 1925, marco cronológico que viene determinado por el análisis de la evolución de El amor brujo desde su fallido estreno en 1915 hasta su recuperación y readaptación por Antonia Mercé en 1925. La segunda etapa se extiende entre 1918, año en que la princesa de Polignac encarga una obra al maestro Falla, y 1928, fecha del estreno de El retablo en la Ópera Cómica de París con Zuloaga como escenógrafo.